Los tratamientos con benzodiacepinas suelen estar indicados para 8 o 12 semanas, pero a menudo se cronifican. Es fácil prescribirlos, pero mucho más complicado dejarlos. En una sanidad donde los médicos no tienen apenas tiempo para dedicar a sus pacientes, se dedican a tratar las patologías, pero a veces se les olvida que no hay tratamientos de por vida.
Numerosos estudios han corroborado que los psicofármacos están relacionados con mayores niveles de demencia y reducción de la agilidad, que contribuyen a las caídas y aumentan la mortalidad.
España es el país con mayor consumo del mundo de benzodiacepinas
JIFE
Según un informe de 2019 de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), España es el país con mayor consumo del mundo de benzodiacepinas, medicamentos que a menudo se recetan para dormir mejor porque disminuyen la excitación neuronal, tienen un efecto antiepiléptico, ansiolítico, hipnótico y relajante muscular.
Incremento del consumo de benzodiacepinas durante la pandemia
Durante la pandemia el uso de benzodiacepinas se ha visto incrementado. No solo en el primer año, el que golpeó más duramente y produjo restricciones más severas. También en 2021. Hasta el último trimestre del año pasado, ha subido un consumo que ya estaba disparado. Los datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) muestran que en 2021 se alcanzaron las 93 dosis diarias de ansiolíticos e hipnóticos por 1.000 habitantes, un 6% más que en 2019.
Los principales consumidores son los mayores de 65 años: un 25% (más de 2,3 millones de personas) los habían tomado en las dos semanas previas a contestar la Encuesta Nacional de Salud de 2017. Es el último dato disponible, pero las tendencias de la pandemia predicen que hoy serán más.
Y, entre los mayores, las principales consumidoras son las mujeres (34,1%, frente a 15,4%). Es algo bien documentado en la literatura científica.
Las alteraciones de los patrones del sueño, los estados de soledad por pérdida de la pareja y los fenómenos de ansiedad y tristeza convierten a los ancianos en un grupo propicio para el consumo de estos fármacos.
El abuso de psicofármacos es considerado un problema de salud pública que se ha disparado en la pandemia, pero venía creciendo desde hace décadas. El consumo de tranquilizantes en mayores era del 3,1% en 1993, creció hasta el 15,5% en 2003 y subió al 25% en 2017.
Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
Existe una tendencia creciente a la medicalización en la vida cotidiana. Problemas de salud ordinarios y autolimitados que hasta hace poco pasaban desapercibidos son ahora considerados síntomas e incluso patologías que deben ser tratados. Aunque también hay más factores implicados, que incluyen la saturación del sistema de atención primaria y la falta de profesionales en salud mental.
La buena noticia es que, de los psicofármacos, pese a que causan adicción, se sale.
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