La sociedad científica Socidrogalcohol puso sobre la mesa en la última Jornada Nacional celebrada en Oviedo los pasados 12 y 13 de mayo, temas que preocupan a los profesionales como la prescripción de “calmantes del dolor” parecidos a la morfina, llamados analgésicos opioides.
En los últimos años en Estados Unidos se ha producido una epidemia de analgésicos opioides (prescritos por los médicos) que ha causado 165.000 muertes por sobredosis y más de 400.000 visitas a servicios de urgencias, (desde 1999).
El número de sobredosis se ha multiplicado por 4 y el riesgo de que sean mortales se potencia cuando la persona toma además bebidas alcohólicas y/o medicamentos tranquilizantes o para dormir junto con analgésicos opioides.
En España preocupa que la tendencia actual pueda conllevar a la larga en una situación similar a la de EEUU.
Según el informe ‘Utilización de medicamentos opioides en España durante el periodo 2008-2015’ de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, el consumo de opioides en España se ha visto incrementado en un 83’59%.
Ivan Montoya, del National Institute On Drug Abuse (NIDA) de EEUU, ha sido el responsable de dar a conocer los último avances en investigación (los que se están realizando desde el NIDA, el instituto a nivel mundial que más investigaciones realiza en lo relativo al uso y abuso de sustancias), explicando la situación sobre el consumo de opiáceos y las muertes por sobredosis en aquel país, así como los esfuerzos en investigación para paliar un problema que en la actualidad provoca más muertos que los accidentes de tráfico.
Josep Guardia Serecigni, vicepresidente de Socidrogalcohol, ha destacado que “el consumo continuado puede producir efectos de rebote del dolor -cuando finaliza el efecto de la toma anterior-, adicción, de manera que su interrupción brusca puede desencadenar un síndrome de abstinencia, que cursa con dolor más intenso y también un efecto de tolerancia que induce al aumento progresivo de las dosis necesarias para calmar el dolor”.
Dosis elevadas de analgésicos opioides interfieren el funcionamiento de los centros respiratorios, del cerebro, los cuales controlan la frecuencia y la profundidad de la respiración, causando un peligroso enlentecimiento que puede llegar a la parada respiratoria, es decir, que la persona deje de respirar, además de perder el conocimiento.
Guardia ha explicado además que “Las personas que sufren dolor suelen presentar también insomnio y ansiedad. Por este motivo, con frecuencia reciben además prescripciones de pastillas tranquilizantes o para dormir, que suelen ser del tipo benzodiazepinas. Otras personas que toman calmantes del dolor recurren a tomar bebidas alcohólicas para tranquilizarse o para poder conciliar el sueño.
Tanto el alcohol como las benzodiazepinas potencian el efecto de parada respiratoria de los analgésicos opioides, aumentando el riesgo de muerte inesperada por sobredosis, que se suele producir como accidente, es decir, de manera no deseada por la persona que la sufre. La co-prescripción de opioides y benzodiazepinas (BZD) aumenta el riesgo de sobredosis y también de muertes por sobredosis”.
Cuando una persona ha desarrollado una adicción a opioides presenta un estado de necesidad biológica de auto-administrarse dichas sustancias, que puede llegar a manifestarse subjetivamente como dolor, asociado a deseo intenso o necesidad imperiosa de opioides.