Según pasan los años los efectos secundarios son cada vez peores: dolores de cabeza que taladran tu cerebro, náuseas, mareos, vómitos y un terrible cansancio que ya no puede solucionar ni el viejo truco del ibuprofeno.
Pero ¿a qué se debe este empeoramiento en la resistencia frente al alcohol?
Las enzimas también cumplen años
Al igual que sucede con nuestro cuerpo y mente en general, las enzimas, que se encargan de metabolizar el alcohol en nuestro cuerpo, tampoco se libran del paso del tiempo y a la larga pierden su “efectividad”.
Para entenderlo, debemos saber que existen dos enzimas muy importantes que intervienen en el procesamiento del alcohol que ingerimos. Por un lado, está la Alcohol Deshidrogenasa, que transforma el alcohol en un compuesto llamado acetaldehído, y por el otro la Aldehído Deshidrogenasa, que termina por descomponerlo en acetato y a continuación, convertirlo en dióxido de carbono y agua.
Cuando tienes 20 años este proceso actúa como una máquina bastante bien engrasada. Pero con los años, nuestros niveles de las enzimas necesarias disminuyen, lo que significa que el acetaldehído – que es un producto químico muy tóxico y desagradable – pasa más tiempo sin descomponer del todo en el sistema, lo cual causa los pertinentes dolores de cabeza, sequedad en la boca, náuseas y toda esa retahíla de otros síntomas clásicos de la resaca que todos conocemos.
La acumulación de grasa y la disminución de agua corporal, tampoco ayudan
Otra de las posibles causas a estas terribles resacas está relacionada con el hecho de que a medida que envejecemos solemos ganar peso. Y un aumento de la grasa corporal o una falta de hidratación son también motivo de que las resacas empeoren.
La composición general de tu cuerpo también va cambiando. La grasa, que ganamos al engordar, no absorbe el alcohol. Por lo que, cuanta más tengamos, menos espacio tendremos para diluir el alcohol ingerido. Otra de las razones por la que las mujeres, que en tienen más grasa corporal que los hombres, también tienden a tener menor tolerancia.
El cuerpo también pierde agua con la edad, lo que significa que la bebida se mantiene más concentrada en tu sistema. Por ello, si en vez de tomar una copa de whisky a palo seco, la tomamos después de una comida o con agua, lo vamos a metabolizar mucho mejor y los efectos secundarios puede que se minimicen.
Además, según un estudio del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento cuando entramos en edades como los 50 o 60, se produce un debilitamiento gradual de nuestro sistema inmunológico, conocido como “inmunosenescencia” que provoca que nos curemos menos rápido.
De esta manera, la mejor forma de evitar una “resaca asesina” es ser más conscientes de nuestra propia biología, del paso del tiempo y beber con la precaución de alguien que sabe que está envejeciendo con cada sorbo. Tal vez debamos ser más respetuosos con nuestro propio cuerpo, ya que la naturaleza implacable no lo será por nosotros.