El problema es que actualmente la mayoría de las personas con una adicción no han hecho nunca un tratamiento y, al tomar sus propias decisiones, en muchas ocasiones en lugar de recuperarse se van “hundiendo” progresivamente.
El estigma tiene el potencial de impactar de forma negativa en diferentes parcelas de la vida, como el empleo, la vivienda o las relaciones sociales. Afecta a muchos niveles incluida una pobre salud mental y una debilitada salud física, e implica un retraso en la puesta en tratamiento, en la recuperación y en los procesos de reinserción.
Y también aumenta las posibilidades de verse implicado en comportamientos de riesgo. De hecho, muchos estudios han demostrado que el estigma es una barrera significativa para acceder a los servicios de salud y a los servicios de tratamiento por uso de sustancia.
Por ello, los profesionales solicitan que las personas con adicciones tengan fácil acceso a un modelo asistencial multidisciplinar y a recibir una asistencia integral y de calidad, basada en el conocimiento científico, y en igualdad de condiciones que el resto de usuarios del sistema sociosanitario, evitando así que se les estigmatice.
Además, recuerdan que reducir el estigma sobre las personas que sufren una adicción favorece tanto su incorporación a un tratamiento especializado como su posterior recuperación.